La bahía del Monte Saint-Michel

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La bahía del Monte Saint-Michel está situada entre Bretaña, al oeste, y Normandía, al este. Cuenta con una superficie de alrededor de 500 km2, es poco profunda y alberga dos peñascos: el Monte Tombelaine y el Monte Saint-Michel.

La marea, tan hermosa como peligrosa

La marea alta en la bahía del Monte Saint-Michel es un espectáculo natural impresionante.  La escasa profundidad de la bahía y la barrera natural formada por la península de Cotentin dan lugar a una de las mareas más altas de Europa.  Durante las excepcionales mareas vivas, la marea puede alcanzar hasta 15 metros, aislando por completo al Monte Saint-Michel, sin contar con el dique. Durante las peregrinaciones de principios del siglo XX, la espera causada por las mareas venía de perlas a los hosteleros, entre ellos, la Mère Poulard.

Sin embargo, contemplar la marea requiere prudencia. Se recomienda encarecidamente no caminar por la bahía del Monte Saint-Michel sin un guía experimentado. La amplitud de la marea es tan elevada que hay riesgo de ahogamiento. Cuando sube la marea, avanza a una velocidad de aproximadamente 6 km/h, lo que equivale a la velocidad a la que camina un hombre. Por tanto, existe un verdadero riesgo de quedar atrapado por la marea.

Los diques del Monte Saint-Michel

En el siglo XI, se instaló un dique en la bahía del Monte Saint-Michel. El dique de la Duquesa Ana, en honor a Ana, duquesa de Bretaña y reina de Francia, obedece a la voluntad de facilitar a los peregrinos el acceso al islote.

Millones de turistas visitan en la actualidad el Monte Saint-Michel.  A finales del siglo XIX, se construyó un aparcamiento y una carretera-dique. Desgraciadamente, esta nueva vía de acceso provoca una acumulación de arena en la bahía, lo que impide que el agua circule alrededor de la localidad del Monte Saint-Michel. Para solucionar este problema, se puso en marcha un proyecto de restauración del carácter marítimo de la isla en los años ochenta. Se ha construido un nuevo dique sobre pilotes para preservar el flujo del mar de La Mancha.

Una fauna y flora muy variada

La bahía del Monte Saint-Michel, declarada zona de protección especial, es famosa por ser un hábitat natural de focas. Además del centenar de especies de aves que vuelan por la zona, los delfines también se dejan ver en verano. Estos queridos mamíferos marinos siguen las corrientes cálidas del océano Atlántico hasta las costas de Normandía. La mejor forma de verlos es seguir a los barcos de pesca ya que a los delfines les encanta nadar entre sus remolinos.

A pesar de la pérdida de la flora por causas ecológicas (arenamientos, productos relacionados con la agricultura…), la bahía del Monte Saint-Michel es un vivero par la flora marítima. El salicor es muy popular en la gastronomía y los extensos prados salados aportan un sabor único al ganado que pasta en la zona.

La bahía también es un terreno fértil para las ostras: cada año, se recogen 25 000 toneladas de este marisco tan apreciado por los gourmets en el Monte Saint-Michel.

Aunque la abadía del Monte Saint-Michel atrae a peregrinos y turistas, sin duda alguna es la bahía la que forja su leyenda. El paisaje de una isla santa, accesible tanto por tierra como por mar, no hace sino afianzar el carácter místico del lugar. Aunque en un principio se favoreció el acceso a la isla con la construcción de los sucesivos diques, actualmente todo se hace con la intención de preservar la bahía.

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